jueves, 28 de febrero de 2008

Sweeney Todd. El Barbero Diabólico de la Calle Fleet. (Tim Burton. USA, 2007)

Hace un rato me preguntaron si me había gustado Sweeney Todd, respondí con un rápido decepcionante sin pensar mucho más. Horas después creo que esto se debe a las enormes expectativas que desde hace años pongo en las películas de Tim Burton, que hace que por una razón o por otra la experiencia de ver una película suya acabe por ser decepcionante al no encontrar las emociones esperadas. Estoy seguro que Sweeney Todd fascinará a cualquier persona que se enfrente por primera vez ante la estética Burton pero lo tiene mucho más dificil con los que lo conocemos de lejos. Antes de entrar a verla comenté que no veía una pelicula suya que me entusiasmara desde Sleeppy Hollow (1999) y al salir dije que era lo mejor que Burton entregaba precisamente desde ese titulo. Ni su remake de El Planeta de los Simios (2001), ni la lacrimógena y edulcorada Big Fish (2003) o la aburrida Charlie y la Fábrica de Chocolate (2005) consiguieron arrancarme más que bostezos y ganas de salirme del cine, con Sweeny Todd también hubo bostezos pero sale mucho mejor parada que las cintas anteriores.
Tim Burton ha conseguido a lo largo de su carrera algo que muy pocos directores consiguen, elaborar un sello, una firma, unos codigos estéticos y narrativos que identifican sus películas sin necesidad de ser firmadas. Del mismo modo que el cine de Woody Allen, David Lynch o Pedro Almodovar el cine de Tim Burton lleva a sus espaldas el peso de las anteriores películas de su creador con las que inevitablemente se van a establecer paralelismos y puntos de fuga. Menciono esto porque el mayor placer que me produjo Sweeney Todd fue el de buscar constantemente autoreferencias, guiños y pseudohomenájes que no creo que actuen de forma gratuita sino que es la discutible manera que Tim Burton ha encontrado para reescribir su carrera, aceptando el peso de esas películas. Por eso retoma a la pareja Jhonny Deep-Helena Bonham Carter que ya habían protagonizado la animada La Novia Cadaver (2005) y los vuelve a casar en un número cómico y kitsch cuya estética y colores saturados remiten directamente a La Gran Aventura de Pe Wee (1985). Eduardo Manostijeras aparece ya directamente en el personaje de Sweeney Todd que es como un Eduardo que ha crecido y se ha dado cuenta de la imposibilidad de amar, por eso cuando se reencuentra con sus cuchillas exclama "¡Al fin, mis brazos!" mientras se mira en un espejo roto, metáfora de las ilusiones rotas. Y por si fuera poco, el lugar donde Sweeney Todd lleva a cabo sus crimenes es un ático que remite claramente al castillo de Eduardo Manostijeras. Esteticamente Sweeney Todd transmite la misma sensación que Sleeppy Hollow, la de cine "antiguo" pero hecho con muchos más medios, ambas cintas nos transportan al universo de las viejas cintas de la Hammer, basta echar un vistazo a esos litros y litros de sangre falsa que juraría que son de color ROJO DARIO ARGENTO.
No hay que olvidar que todo este entramado de referencias se produce en torno a una historia que no es propia y que también cuenta con un largo pasado. Sweeney Todd es una adaptación de célebre musical de Broadway de los años 80, pero también ha sido leyenda, mito, historia que pasa de oreja a oreja, serie de tv... por lo que Sweeney Todd. El Barbero Diabólico de la Calle Fleet acaba por encontrar más valor como objeto intelectual en torno al peso de los iconos culturales y su transformación que como película de entretenimiento. Y es que lo negativo de Sweeney Todd, es que Tim Burton no ha encontrado el modo de que la historia y sus personajes atrapen desde el primer plano y desde la primera nota de la partitura. Durante la primera parte de la película el tedio domina mientras las ganas de asesinar a los amantes Anthony y Johanna aumentan. Todo mejora cuando comienza a correr la sangre y los amantes comienzan a elaborar su maléfico plan, pero el daño esta ya hecho pues la trama no despierta gran atractivo. Como siempre en el cine de Tim Burton queda una puesta en escena deslumbrante a cargo de Dante Ferreti que nos transporta a un Londres, gris, sucio, pestilente y lleno de miseria, pero esa es otra de las cosas que siempre se le exige a Tim Burton y con la que esta vez cumple.

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