Un panórama rápido al último cine americano desvela un intento continuado por volver al cine de los años 70, retomando los códigos de estilo de una de las mejores épocas del cine norteamericano y adaptandolo eticamente al momento actual. Es la línea recorrida de distinta forma por Michael Clayton (Tony Gillroy, 2007), Infiltrados (Martin Scorssese, 2006), Pozos de Ambición (P.T. Anderson, 2007), Zodiac (David Fincher, 2007) o American Gangster (2007). La Noche es Nuestra avisa desde su cartel setentero de los referentes que maneja y Gray lo hace de manera perfecta, por sus fotogramas desfilan Scorssese, Coppola, Cimino... pero no se trata de una simple reinterpretación de códigos sino que los personajes de La Noche es Nuestra poseen una fuerza y dimensión propia. No serán estereótipos pero ello no impide que la película no sea todo lo epatante que se podría esperar y que acabe resultando decepcionante por su desarrollo y la moral conservadora que desprende.
La Noche es Nuestra es la tercera película en 15 años del director y guionista que cierra con este film una especie de trilogia complementada por Cuestión de Sangre (1994) y La Otra Cara del Crimen (2000). Hay directores que mutan en cada película y otros que se pasan la vida haciendo la misma película, James Gray pertenece al segundo grupo. En sus tres películas propone thrillers familiares con tensas relaciones y con la mafia y el cuerpo policial como telón de fondo. La Noche es Nuestra narra una relación entre un padre policia y sus dos hijos, uno que ha seguido sus pasos y otro que se mueve en el mundo de la noche y relacionado con la mafia rusa. Los dos hermanos representan mundos opuestos y es con el retrato de esos mundos como se inicia el relato, frente a la moralidad y la defensa tradicional de la familia que encarna Joseph (Mark Whalberg) se encuentra Bobby (Joaquin Phoenix) representante de la amoralidad y el hedonismo. Cuando Joseph es herido por un mafioso vengativo, los lazos familiares se sobreponen y Bobby decide infiltrarse al otro lado aprovechando el desconocimiento que tienen los rusos de sus orígenes. En los dilemas morales y familiares sobre los que se mueven los personajes no se encuentra el mayor atráctivo de una película en las que los personajes cambian asombrososamente y deben explicar sus motivaciones mediante diálogos. La trama alcanza rapidamente resonancias bíblicas, en torno al esquema padre-dos hijos y el perdon, la venganza y la redención como centro de sus relaciones. A ello se suman motivaciones religiosas y una visión del cuerpo policial equiparable al orden familiar. Destaca por otro lado el escaso relieve que tienen los personajes antagonistas, los rusos son aquí meras caricaturas y no tienen nada que ver con los complejos personajes de Promesas del Este (David Cronemberg, 2007). Aún así La Noche es Nuestra se sostiene gracias a un grupo de actores sobresalientes. Joaquin Phoenix, papada aparte, esta soberbio en su atormentado papel de hijo pródigo y vuelve a dar muestra de su enorme talento. Los habitualmente anodinos e inexpresivos Mark Whalberg y Eva Mendes cumplen más que notablemente y solo falla el veterano Robert Duvall, que no encaja en el papel y tiene que hacer frente a los peores diálogos.
La cinta encuentra una mayor proyección cuando se convierte en una radiografía de una época y un lugar. El nombre de la película deviene de un lema utilizado por los policias de Nueva Yorl en los años 80, símbolo de toda una época. La Noche es Nuestra muestra el Nueva York de finales de los 80 aparece como telón de fondo decadente para unas relaciones familiares rotas desde el principio, un Nueva York períferico y que se ve inmerso en cambios sociales como la llegada de mafias del este y nuevas drogas. Una de las escenas iniciales muestra a Bobby observando desde lo alto el local que dirige, una inmensa discóteca (se utilizó un cine antiguo en desuso) de ambiente decadente sin luces estroboscópicas y con Heart of Glass de Blondie de fondo. Una perfecta definición audiovisual de un momento y de una década. La Noche es Nuestra ofrece un trabajo brillante de reconstrucción de lugares y ambientes, todo con un tratamiento altamente pictórico que demuestra las altas ambiciones de su director y guionista. Dos escenas destacan especialmente en toda la película, una impresionante persecución de coches brillantemente filmada y el tiroteo final en un maizal en llamas. Son muestras de talento de un director que pretende ser un maestro imitando a otros, que domina las reglas del juego pero que lo tiene muy dificil para destacar pues no aporta nada nuevo.
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