Tremendo titulo culebronero que le han plantado a There Will Be Blood (Habrá Sangre) en España. En un intento fácil por venderla mejor la han emparentado con esas historias de sagas familiares y ambiciones que van desde Gigante a Falcon Crest. Algo bastante lejano a la intención del director de Magnolia, que precisamente a lo que se dedica aquí es a corromper y pervertir esas estructuras clásicas habituales de las películas río en torno a personajes hechos a si mismos. Para su quinta película, Paul Thomas Anderson baja a los pozos petrolíferos de EEUU, desciende hasta el centro mismo del capitalismo y se sumerge en el fango del lodo negro que asciende a la superficie corrompiendolo todo. Basada en la novela Petroleo de Upton Sinclair, su título original Habrá Sangre dota a la cinta de un matiz mucho más desolador, pues evidentemente sangre hubo, hay y habrá en torno al oro líquido.
Pozos de Ambición es la historia de Daniel Plainview, uno de esos hombres echos a si mismos tan habituales en la mitología estadounidense. Al comenzar la película lo vemos completamente a solas, dentro de la tierra, intentando extraer algo de ella. Gracias a una información privilegiada, Plainview comienza a comprar tierras y monta su empresa petrolera, pero todo esto le llevará por un camino de podredumbre personal, odio y soledad que intentará calmar con alcohol y dinero. A partir de la historia de Plainview asistimos a los comienzos de la industria petrolifera, del capitalismo más feroz y desalmado, la corrupción y la ambición sin medida. Pozos de Ambición también narra la historia paralela de Eli/Paul, que capitaliza las creencias de su gente en torno a la Iglesia de la Tercera Revelación con el único fin de obtener sus ganancias. Eli, es un impostor disfrazado de visionario que monta curaciones, exorcismos y ritos mediante los que pretende ganar la partida empresarial a Plainview y formar parte de ella. Los sucesivos encuentros entre ellos serán una escalada de humillación y violencia. Dos personajes antagónicos y desarraigados que solo creen en lo mismo, el dinero. Por ello no dudarán en devorarse entre ellos, en vender su alma al capitalismo.
La primera parte de la película transcurre narrativamente muy medida, precisa y equilibrada mientras que la segunda adolece de ciertas complicaciones y desmesura, seguramente producto de la tarea de haber tenido que aligerar un metraje muy excesivo. Esto hace que en esta segunda parte se diluyan las motivaciones de los personajes centrales y sea complicado llegar a comprenderles por lo que acaba por formarse una especie de cuadro abstracto que efectivamente rompe con las estructuras rio antes mencionadas. En ese sobrio final, en esa casa que tanto recuerda a Ciudadano Kane, ni siquiera el recurso aclaratorio típico del cine clásico es capaz de explicarnos ciertas cosas. De nada sirve aqui un flashback. Destaca en la película esa fotografia ganadora de un oscar, tan petrea que recrea de forma perfecta ambientes turbios y llenos de desconfiaza, la angustia de la mina, la oscuridad de la cabaña... Una película que recae sobre los hombros de Daniel Day Lewis, actor tremendo que acaba por resultar muy sobreactuado en el tramo final, aunque bien mirado es el Daniel personaje el que acaba por sobreactuar. Un nuevo paso hacia el grupo de los más grandes de Paul Thomas Anderson. Aunque esta vez , a pesar de todos los valores estéticos y narrativos de Pozos de Ambición no ha conseguido llegar a emocionarme tanto como con Magnolia o la deliciosa Embriagado de Amor.
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