Desde que en el año 1995 Mohsen Makhalbaf alcanzará un enorme éxito crítico en el circuito de festivales con Gabbeh, la cinematografía iraní, Abbas Kiarostami aparte, comenzó a exportarse con mucha más facilidad. Mohsen Makhmalbaf es el patriarca de una familia en la que todos sus miembros son cineastas, directores, guionistas, directores de fotografía... Makhmalbaf padre creo con escasos medios una escuela de cinematografia en Teherán en la que han estuadiado todos sus hijos que debutaron en el cine a muy temprana edad, Samira dirigió La Manzana (1998) con 11 años y ahora Hana Makhmalbaf debuta con escasos 19 años con esta Buda Explotó por Vergüenza que triunfó en el pasado festival de San Sebastian. La debutante se mantiene fiel a las enseñanzas de la escuela de su padre, narra una historia mínima, una historia de vida cotidiana protagonizada por niños. El principal lastre con el que carga Buda Explotó por Vergüenza es precisamente ese, el de toda una tradición de cine familiar, con las mismas reglas y temáticas que llevamos viendo en las pantallas durante ya casi 15 años. Al igual que la reciente Sweeny Todd debe cargar con el enorme peso de la carrera previa de su director, esta opera prima no parece tal y llega intoxicada por un manual de estilo que hace cada vez más dificil diferenciar La Pizarra de Kandahar o de A las cinco de la Tarde. Buda Explotó por Vergüenza ya no cuenta con el factor sorpresa, por lo que su visionado se hace tópico y previsible más allá de la obviedad de sentirnos abrumados por lo que se está narrando.
Buda Explotó por Vergüenza transcurre en el Afganistan post-talibán, en una zona fronteriza de antiguo culto budista donde unas enormes estatuas de Buda excavadas en la roca fueron destruidas. En el primer plano se muestras la destrucción de esas estatuas, inmediatamente se nos sitúa en el día a día de la gente que vive en las cuevas horadadas en ese lugar. Alli vive Baktay una niña que tiene celo de su vecino porque va a la escuela. La simple peripecia de Baktay por comprar un cuaderno y un lápiz para intentar ir a la escuela se convierte en una auténtica odisea. Hana Makhmalfab se desmarca pronto y otorga a su película una intención demasiado explícita, la película acaba naufragando por convertirse en una obvia metáfora política apta para todos los publicos. La puesta en escena naufraga entre una estética directa llena de primeros planos y otras secuencias más elaboradas pero artificiosas, al igual que un guión que naufraga entre momentos ciertamente tiernos y otros dominados por una pretenciosidad festivalera que no convence. Cuando Hana Makhmalbaf opta por plasmar la realidad cotidiana se acerca al mejor Kiarostami y alcanza un momento sublime en ese encuentro con el oficial de tráfico sin tráfico pero cuando opta por denunciar los estragos de la guerra sobre la infancia, Buda Explotó por Vergüenza adopta el trazo grueso y parece demasiado preocupada por convencernos de algo de lo que ya estamos convencidos.
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