"Después de ver la última película de Ridley Scott, estoy más seguro de que Alien y Blade Runner las dirigió su primo" Antonio Gasset.
No puede decir el gran Gasset lo mismo de la última cinta del director británico con más éxito en Hollywood (con permiso de Hitchcock). Es lo que promete, una buena cinta americana de género, con un solido guión y dos estrellas en su mejor momento. Scott siempre ha demostrado capacidad para adaptarse a todos los géneros, aqui de nuevo género histórico, centrado en esa parte de su historia que tanto gusta a los estadounidenses, la del auge y caida de hombres fuera de la ley y echos a si mismos. Las referencias son continuadas, y al igual que hiciera David Fincher en la superior Zodiac (2007), se centran en el cine policiaco de los 70... desde French Connection a Serpico y en menor medida El Padrino de Coppola. La cinta se centra en la vida de Frank Lucas (Denzel Washington), gangster afroamericano que construyó su imperio trayendo heroina desde Vietnam durante los años de la guerra, llegando a utilizar los ataudes de los soldados para transportarla. En paralelo asistimos a la historia de Richie Roberts (Russel Crowe), un policia honrado aspirante a la abogacia, que persigue a policias corruptos pero que no es capaz de conseguir ningún éxito en su vida personal.
Una historia de doble moral en la que la presentación de los hechos es sobria y elegante, sin efectismos, una presentación casi documental dominada por una visión histórica de los hechos, de ahi que esté tan presente el contexto social, dominado una guerra incomoda siempre presente o los estragos de la droga en la calle. Es dificil no llegar a simpatizar con el personaje de Frank Lucas, protótipo del hombre americano hecho a si mismo, cuyo objetivo principal es el bienestar de su familia y que para ello pone en marcha "su negocio", vende heroina como podría vender coches, más pura y a precios más baratos para evitar competencia. El exito está asegurado, Lucas no se juzga, se cuida de no destacar, pasar desapercibido, mantenerlo todo bajo control... será un simple error el que ponga al policia Richie Roberts sobre su pista.
La puesta en escena es sobria y contenida, presidida por una magnifica fotografia de Harris Savides. Scott se muestra mucho más comedido de lo habitual, abandonando casi en todo momento sus habituales ralentis de imagen, aqui hace gala de su maestria al filmar, con encuadres inolvidables como el que marca el primer y decisivo encuentro entre los protagonistas, sostenido hasta el extremo para poder ser degustado. El éxito del film, que se estira hasta las dos horas y media sin decaer en ritmo recae sobre un montaje preciso y el guión de hierro firmado por Steve Zaillan (La lista de Schiler). Es de agredecer que se rompa la tónica habitual de estos filmes, de llenarlos de situaciones embarulladas, nombres, lugares y fechas para sustituirlo por una narrativa precisa, veloz y económica en la que solo chirrían ciertas escenas entre Richie Roberts y su mujer más dignas de una teleserie. Por encima de todo destaca la labor de sus dos protagonistas, Denzel Washington que vuelve a estar inmejorable dando la impresión de estar de vacaciones y un Russel Crowe entrando en kilos que borda el rol del duro bonachon. Una notable película.
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