Lo nuevo de Robert Ródriguez ataca las pantallas de cine dispuesta a divertir. Una propuesta de cine comercial cafre, exagerada, burda y divertidísima. Machete llega dispuesto a dejar claro lo que es una película divertida.
Machete nació como uno de los tráilers falsos que acompañaban el doble proyecto perpetrado por Robert Ródriguez y Tarantino bajo el nombre de Grindhouse (2007). Tres años más tardes Machete se transforma en largometraje para uso y disfrute del patio de butacas más salvaje. El senador McLaughlin (Robert de Niro) quiere instaurar en el estado de Texas una política de inmigración mucho más estricta y cruel. Para ello cuenta con el apoyo de un poderoso narcotraficante (Steven Seagal) al otro lado de la frontera. A pesar de ello Machete se lo va a poner muy difícil en esta receta de serie B que llega ampliada desde Planet Terror.
La propuesta llega firmada a cuatro manos por Robert Rodriguez y Ethan Maniquis. Desde los títulos de crédito cuenta con todas las señas de identidad de Rodriguez. Violencia, desnudos y diálogos al borde del absurdo son los puntos sobre los que se cimenta este Machete a mayor gloria del veterano e inexpresivo actor Danny Trejo. Rodriguez despliega en Machete un homenaje a la violencia callejera, un festín descerebrado y ultraviolento en el que el sanguinario héroe mexicano es el anfitrión. Al contrario que en Planet Terror (2007) no hay en esta ocasión trucos retro para hacer parecer a la película un blockbuster disfrazado de serie B. Machete, aunque vuelva a llegar auspiciada por una major, es un espectáculo funcional y que de refilón hasta tiene mensaje.
La intención primera y última de Robert Rodríguez es divertirse él y a sus espectadores y lo consigue de largo. Basura cinematográfica de resultados sobresalientes que transmite la energía furiosa de un niño haciendo una travesura. Machete entretiene durante los 100 minutos de su véloz metraje y Machete pone las cosas en su sitio colando del lado heroico a los inmigrantes que cruzan la frontera americana. Todo exagerado hasta el paroxismo pero con un reflejo de plena actualidad, la criticada ley de inmigración del estado de Arizona.
Uno de los grandes aciertos de este desquiciado homenaje a lo cutre, casposo y maloliente es un acertadísimo casting compuesto por mujeres de infarto y secundarios rescatados del ataúd del olvido. Un elenco bizarro lleno de estrellas de ayer, hoy y mañana, más presentes en los videoclubs que en las carteleras. Michelle Rodriguez en su enésima creación de heroína con metralleta pide a gritos una saga solo para ella. Jessica Alba ejerce con corrección el papel de chica florero de la película y Lindsay Lohan en el que puede ser uno de sus últimos papeles aparece avejentada a los 25 haciendo de adicta a la heroína que encuentra en los hábitos y las balas su redención. Del lado masculino, Robert de Niro como el desquiciado senador ofrece su mejor papel en por lo menos 15 años o un fantástico Jeff Fahey, el piloto borrachin de Perdidos. Irreconocible aparece Don Johnson como el líder de los vigilantes de la frontera y el espanto supremo llega de la mano de un avejentado Steven Seagal con peluquín. Bizarro plantel de estrellas que se lo pasan de vicio disparando todo tipo de armas, asesinándose cruelmente, desvistiéndose y volando por los aires.
Machete se sitúa entre la acción y la comedia sin tomarse en ningún momento en serio. Es el juguete preferido por los niños grandes. Un exploitation cutre, casposo, estúpido y roñoso. Un espectáculo honesto, hilarante y entrañable. Una auténtica chorrada necesaria en tiempos donde lo divertido escasea en las salas de cine. Se necesita que Machete asesine y que Machete asesine otra vez. 8
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